martes, 3 de agosto de 2010

La Desesperación

¿La conocés? Para leer esto, hay que haberla vivido, sentido y padecido.
Si no la conocés, éste es un escrito más, pasajero, intrascendente.
Escribo sobre algo que aparece en los bordes de los sistemas: ni arte marcial, ni meditación ni psicología pueden resolver la desesperación, agotarla, evitarla, o resolverla plenamente.
Ayudan bastante, claro que si, pero el meollo de la desesperación escapa a toda posibilidad de simbolizarla o acotarla completamente.
Pero lo que mas ayuda no son los sistemas, sino las personas que están cerca nuestro, las verdaderas compañías, los seres queridos “Y” sabios.
Y es que vivir… es algo muy extraño.
Nacemos arrojados al mundo, somos “jinetes en la tormenta” ( Morrison, The Doors) verdadero drama para el que no estamos preparados de antemano.
Sólo aprendemos a vivir y sobrevivir en el camino mismo, durante la tormenta. No tenemos mapas ni manuales de instrucciones para resolver los avatares del vivir, del transitar. No tenemos calendarios que nos avisen sobre los sucesos, no sabemos nunca cuando termina el amor, la felicidad, nuestra misma existencia, y entonces fingimos a que seremos eternos, viviendo sin pensar en nuestra muerte, o peor aún, en la muerte de quienes amamos. ¿Qué es mas terrible?¿ Saber que vamos a morir?, ¿o vivir para sufrir la muerte de quienes amamos mucho? Yo creo que lo segundo.
Lo primero que quiero decirte con fuerza es que soy un experto absoluto en tratar de evadir la desesperación. No escribo como sabio de la desesperación, apenas puedo decir que me he animado a vivirla un poco. Casi siempre… le rajo!.
Estoy tratando de aprender a quedarme. Pero no hay pretensión mía de maestría en éste escrito.
Además, hablo de algo que sucede en los confines externos de los sistemas, esos lugares para los que no hay saber constituido de antemano, sino únicamente experiencia personal, recetas únicas , escritas una por una , por cada sobreviviente. En palabras de Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar, golpe a golpe, beso a beso”
¿Como me rajo yo? La mayor parte del tiempo me mantengo ocupado, estudiando, entrenando, analizándome, trabajando, fortaleciendo la idea de que siempre vendrá algo mejor, de que encontraré una solución, de que habrá una nueva oportunidad, de que vale la pena vivir a pesar de los dolores inmensos, de que la amistad y el amor bien valen una vida, de que cuando muera descansaré mucho y tranquilo, pero que mientras viva tengo que pelear por mi proyecto y el de los que amo, etc, etc..
“ La ilusión de que la actividad lo conquistará todo!.
Esto no es, “en sí”, algo malo.
Al contrario, suena bien, tiene buena prensa, parece una actitud muy sana, o como dicen los yanquis: es una actitud “positiva” o “proactiva”.
¿No es verdad?
Otras veces me evado mas abajo aún, con los “Quitapenas” (Freud): El alcohol, las drogas, el sexo vacío, libros o películas que me ayudan a pasar el tiempo, y distraerme.
Sin embargo, hay un punto muy específico, un momento clave, en donde se hace absolutamente necesario (incluso para llegar a la chance de atravesar y superar ese momento desesperante) decidir quedarse en la desesperación, y entonces morder la sábana, retorcerse, doblarse, llorar como un niño, gritar, gemir… pero entregarse, sin huir, aguantarsela , recibirla, y apretar el culo y el corazón SIN HACER NADA.


Tres ejemplos míos, personales
• Cuando me dejó la mujer que mas amé, me tiré en la cama un par de años, todas las tardes. El dolor a veces se hacía llanto, aparecía una total desesperación, un terremoto interno, una llaga abierta insoportable, y luego venía una calma, una serenidad, una paz dolorosa pero soportable. Había dolor con aceptación.
• Cuando me agarró el corralito y la peor crisis financiera de mi vida, lleno de deudas, de problemas, de dudas e incertidumbres, me metía en la cama y me tapaba hasta la cabeza. Todas las imágenes de mi mundo viniéndose abajo, la posibilidad real de perder todos mis bienes, y ser un “pobre”. Al rato, calma, la dolorosa aceptación, y la observación de la situación como una posibilidad de empezar de nuevo, de reconstruir, de empezar de otro modo.
• Cuando mi viejo se moría, de cáncer, y yo a la distancia no podía hacer nada, ni acompañarlo o asistirlo con mis cuidados, mi asistencia, con mi presencia física, el dolor no encontraba salida. Y me sentaba en el Mokwoon ( Dojo- Sala de Práctica), por las noches, en la oscuridad, en silencio, mi colchoneta, mi almohadón, en posición de meditación Zen, y me quedaba ahí, quieto, respirando, sin hacer, sin escapar. Pasado largo rato, el llanto, el dolor, el quejido, aparecían sin aviso, encontraban su manifestación en el terreno del “No hacer”, de la quietud, de un estar simplemente sumergido en la desesperación.


No quiero con estos ejemplos presentarme como un sabedor de cómo atravesar la desesperación. Fantaseo a veces con situaciones que pienso que no soportaría. Ver que violan delante de mí a mi mujer, o a mi hija. Que matan a un discípulo. O tener que enterrar un hijo/hija muerto. No sé si sobreviviría a esa desesperación, y espero no tener que enterarme nunca.

Tampoco digo entonces que la receta es sentarse o acostarse. Lo que digo es que ante la desesperación, hay un momento que se debe dejar de hacer, de intentar dominar, controlar, contrariar, forzar la hecatombe en el sentido de nuestros deseos y anhelos. Por favor no me malentiendas: mientras estoy luchando por mi vida, si mi enemigo o el peligro me apremian, hasta el final, no debo entregarme!
Para dejar de luchar hay que poder estar tranquilo, no se puede tener al enemigo encima con una daga. Ahí hay que seguir ocupado.
Pero después de la batalla, del trauma, de la pérdida, aparece un momento, personal en cada uno, donde se puede parar y no morir, al menos biológicamente. La seguridad biológica básica debe estar de algún modo asegurada, incluso para pensar seriamente en suicidarse.
¿Por que no pensarlo? ¿Como se puede valorar algo ( la vida) si no se piensa alguna vez en la posibilidad de perderla ( accidente, o suicidio)?

He vivido hasta aquí una vida hermosa, llena de alegrías y dolores. He amado, y me han amado, he tocado las puertas del cielo. También he perdido, he sufrido y llorado. He descendido a algunos infiernos personales. He estado en los bordes, no enloquecí pero si me he sentido desesperado.
Lo que pasa, es que si mi Yo ha disminuido, pierde el poder incluso para autodestruirse de pena, autorreproche, y el deseo de matarse.
Y si el ejercicio de mi movimiento, mi palabra han hecho surcos y recuerdos en mi memoria, recuerdo que he vivido cosas tan pero tan hermosas, que como guerrero no me puedo permitir el lujo mismo de morir hasta no haber vivido a fondo y hasta el final mi destino. Sabiendo que habrá cosas buenas que vendrán, y malas también. Pero que no soy dueño de decidir cuando es el final.
La existencia y la vida es un misterio, si nos matamos, nos apropiamos de nuestro fin, somos brevemente “dueños”, pero ahogados en un agudo estado de intoxicación narcisísitco: “El amor por sostener mi yo sufriente sin suspenderlo ni entrar en duda, es tan grande que elijo morir. Cabeza corazón duro!”
Para mi son patrañas de poeta y de cagón, la vida nuestra nos fue dada, es misterio no podemos extinguirla por ego nada más.
Ser guerrero es ser hombre de conocimiento. El sufrimiento y la felicidad son parte de la verdad y el saber. Lo que buscamos, y lo que queremos legar a otros.
La desesperación es la ráfaga de la vida real arrasando con nuestro “Ser por el centro”.
Los ideales y preceptos anteriores, son aquello a lo que nos aferramos, para que el huracán no nos arrastre cuando pasa.
Me vengo sosteniendo bien fuerte, mis brazos sólidos como roble, aunque flexibles. Mi corazón potente, auqnue a veces con dolores agudos. Y mi sonrisa, mas llena de cicatrices y color que nunca!!!!
La vida no es sin pena, pero "vale la pena", porque te pega, pero te da momentos hermosos, sublimes... únicos.
Terminarla, renunciar, es omnipotencia yoica, es aún creer que se la domina y controla, incluso en el dolor y el fracaso-
La vida nos da sorpresas, sorpressa, nos da la vida.
Terminará cunado tenga que terminar, mientras dure, desesperación incluida y todo, tiene aún oportunidades, vivencias, momentos, que no domino ni soy dueño de manejar, que debo abrirme para recibir, aprender, gozar, sufrir, amar, y hacer duelo.
Artes marciales, psicoanálisis y zen son formas diversas y a la vez comunes de estar listo para recibir lo bueno y lo malo , vivirlo, sentirlo, disfrutarlo y sufrirlo, sin esperar control, pero sin esperar tampoco el dominio de su último designio.
De nada sirve entrenar si no se asume ésto -
LC